La mala hora del fútbol

Por: Germán Vargas Lleras para el periódico El Tiempo

Sería bueno que el recién estrenado MinDeporte diera primeras muestras de buen criterio y autoridad.

El próximo 25 de enero se inicia el campeonato nacional de fútbol, que no promete mayor novedad, salvo por el ingreso de Borja al Junior y de Ramos al América. Además de la purga en nuestro querido Santa Fe que despidió a 30 de sus jugadores.

La crisis del fútbol es muy profunda. Comencemos por la situación económica. En la actualidad hay 17 clubes de la A en causal de liquidación. A esta situación se ha llegado porque los ingresos, de por sí insuficientes, han venido cayendo año a año. Tan solo entre 2017 y 2018, los clubes terminaron perdiendo más de 58.000 millones.

En materia de asistencia a los estadios, Colombia presenta cifras bajísimas por partido, del orden de 7.300 espectadores, mientras que México, por ejemplo, tiene 26.000; Brasil y Argentina, alrededor de 17.000. Para no hablar de Alemania e Inglaterra, con más de 40.000. Los aficionados no se sienten atraídos, no solo por el bajo nivel del espectáculo sino porque los escenarios son incómodos y, sobre todo, por la inseguridad e irrespeto reinantes.

En cuanto a los derechos de televisión, los clubes también reciben muy poco en comparación con los de otros países. En Colombia un club devenga por este concepto algo más de un millón de dólares por año, mientras que, digamos, en Ecuador reciben 3; en Perú, 5; en Chile, 7, para no hablar de Argentina y Brasil, donde perciben más de 30 o 40 millones, y clubes como el Real o el Barcelona, más de 250.

El contrato para la transmisión nacional de los partidos se renovó por 36 millones de dólares. Y el de transmisión internacional, cuya firma se anunció por 60 millones de dólares, aún no ha generado un solo peso para los clubes. ¿Qué garantía de pago hay y cuándo recibirán los equipos estos recursos? Al parecer, el contrato contenía cláusulas que han impedido que los contratos internacionales funcionen. Se haría necesario un tribunal de arbitramento para dirimir este conflicto y buscar otras opciones. Estos derechos podrían pasar de los 36 millones actuales a por lo menos 100.

En cuanto a la televisión por cable, en Colombia solo se pagan 1.000 pesos por cada suscriptor, mientras que en otros países se paga más de 7.000. Y en cuanto a los patrocinadores, aquí hay muy poco apoyo de la empresa privada, a lo cual se suma el incumplimiento de la norma, que yo mismo promoví, para que el 20 por ciento de la publicidad oficial tuviera como destino el deporte.

La precaria situación financiera se refleja en la mala calidad del espectáculo. Hay que reconocer que en Colombia no estamos viendo buen fútbol en razón de que las pocas figuras que destacan son vendidas al exterior para que los equipos puedan subsistir. Al decaer el espectáculo caen también los ingresos por taquilla, en un círculo vicioso difícil de romper. No en vano, ningún club alcanzó a llegar a semifinales ni en Copa Libertadores ni en la Suramericana.

Y es urgente ofrecer una respuesta a las razonables peticiones de los 1.100 jugadores de fútbol profesional sobre calendario, descansos, contrato único de trabajo, no discriminación y equidad para el fútbol femenino, entre otras solicitudes.

Como nadie invierte en los escenarios, debería permitirse a los clubes, mediante acuerdos, tener acceso a la explotación y administración de estos. Y en cuanto a la seguridad y convivencia, se debe aplicar con todo rigor el Decreto Ley 1007 del 2012 o estatuto del hincha, que hoy es letra muerta, pues el Ministerio del Interior no ha reunido ni una sola vez a la comisión encargada del tema. Por lo menos, en Bogotá se ha anunciado esta semana la reanudación del programa Goles en Paz.

La corrupción lastimosamente sigue siendo noticia. Imputaciones relacionados con la reventa de boletas, contrataciones ilegales y amañadas, lavado de activos y cargos relacionados con narcotráfico acaparan titulares de prensa. Qué panorama.

Pero, como las crisis son sinónimo de oportunidades, qué bueno sería que el recién estrenado Ministerio del Deporte tomara cartas en el asunto y nos diera unas primeras muestras de buen criterio y autoridad frente al deporte de mayor impacto y más querido por los colombianos.

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